Desde el comienzo de este curso tan diferente a otros, comenzamos a despedirnos muy despacito, casi sin que se notara. Sabíamos que éste iba a ser nuestro último año en infantil e íbamos a disfrutarlo. Es verdad que no ha podido ser tal y cómo nosotr@s soñábamos, pero también ha sido muy especial.
Durante estos tres años hemos pintado el mundo de colores y jugado a dibujar canciones, a cantar poesía y a escribir sentimientos. Hemos sentido y amasado las formas de las cosas.
Pero, lo más importante, hemos aprendido a conocernos, a querernos y a respetarnos. Hemos compartido todos los tiempos: el tiempo de reír y el de llorar, el de jugar y el de trabajar, el de crecer y el de esperar.
Y hoy llegamos al final. Y queremos que no se termine. Inventamos cajitas para guardarlo, cuerdas para atarlo, jaulas para encerrarlo. Pero el tiempo pasa igual y el reloj nos avisa de que es hora de irse.
Pero no quiero que os vayáis sin deciros que hay un lugar donde el tiempo que hemos compartido no podrá borrarse nunca. Es como una cajita de recuerdos que siempre estará a nuestro alcance. Algun@s lo llaman CORAZÓN.
Cada vez que queráis abrirla, bastará con acordarse de un día en Infantil y los recuerdos saldrán rápido desde dentro. Nos harán sonreír, nos harán soñar y nos mostrarán que, realmente, las despedidas no existen.